El veterinario comenzará preguntando por el historial clínico (anamnesis), de modo que es conveniente que quien esté presente en la visita conozca bien al animal. Si los síntomas aparecen y desaparecen, resulta útil documentarlos en vídeo o fotos. Si el animal ha estado en otro veterinario, es aconsejable llevar a la visita una copia del informe facilitado por la clínica.
Una vez concluida la anamnesis, el veterinario procederá a realizar un reconocimiento clínico para evaluar el estado general del animal, la respiración, la función cardíaca, la circulación, la grasa, una posible deshidratación o cojera, etc. Dependiendo de las molestias que presente el animal, el reconocimiento y el examen pueden presentar algunas variaciones. En algunos casos se requieren análisis de sangre o radiografías; en otros puede ser necesario, por ejemplo, realizar análisis de orina o una ecografía. En ocasiones han de realizarse exámenes más amplios, como análisis hormonales o reconocimientos más avanzados en veterinarios especializados. En tal caso se concertarán nuevas visitas para continuar con los exámenes.
La patología del animal puede empezar a tratarse en la primera visita, en otros casos se concertará una nueva cita para el tratamiento (p. ej., para ciertas intervenciones quirúrgicas) o se recetarán medicamentos y/o se le darán consejos por escrito al dueño para que siga atendiendo al animal en casa.
Algunos exámenes requieren preparativos especiales previos a la visita. Por ejemplo, antes de realizar una ecografía de la vejiga o si el veterinario quiere hacer un análisis de orina en el marco de exámenes más amplios, es importante que el animal no haya miccionado recientemente.
También puede ser conveniente no darle de comer unas horas antes de la visita, puesto que, a fin de poder realizar un examen, en ocasiones es necesario administrarle tranquilizantes. A veces debe hacerse un análisis de sangre, cuyo resultado será más seguro si el animal está en ayunas antes de extraer la sangre.