La leishmaniosis es la segunda enfermedad más importante provocada por un parásito después de la malaria. El incremento de casos de esta patología a lo largo de los años podría deberse en gran medida a la adaptación del mosquito Pheblotomus Perniciosus al medio y a causas ambientales. Cuando este insecto, portador de Leishmaniosis, pica a un perro o a un gato, lo infecta haciendo que enferme.
La protección frente a la leishmaniosis puede abordarse desde varios frentes valorando el riesgo en cada caso concreto. Se puede intentar evitar la picadura del mosquito, eligiendo no pasear a nuestras mascotas por lugares y horas de más riesgo y reducir la exposición a las picaduras utilizando insecticidas tópicos o collares.
Así lo explica José Gómez, Medical Manager de AniCura Iberia:
“Es recomendable conocer el estado de la mascota frente a la leishmanisosis realizándole test periódicos, especialmente si habita o viaja de manera regular a zonas de riesgo. Además -añade- es fundamental fortalecer sus defensas mediante la vacunación anual, cuya administración preventiva evita la infección al crear anticuerpos protectores”.
Detección precoz para disminuir la progresión de la enfermedad
“Las manifestaciones clínicas de la leishmaniosis en mascotas aparecen de forma lenta y progresiva, por lo que la enfermedad puede pasar desapercibida en sus fases iniciales. Entre los síntomas más comúnmente identificados por los cuidadores se encuentran la pérdida de apetito, los problemas dermatológicos, las cojeras e incluso diarrea”, comenta Carmen Pérez Ruiz, veterinaria de AniCura En este sentido, también hay que estar atentos a factores que favorecen a que un perro infectado se enferme, como puede ser la edad, en el caso de perros muy jóvenes o perros mayores, la raza o el sexo.
Recientemente, AniCura ha tratado con éxito el caso de un cachorro de 5 meses de edad, en el que su cuidadora había identificado varios nódulos cerca de los ojos y la nariz. Para ofrecer un diagnóstico certero, los especialistas del centro realizaron un riguroso examen físico, y, con el consentimiento de la cuidadora, realizaron dos pruebas sencillas (una punción aspirativa con aguja fina y una biopsia) que rápidamente arrojaron información diagnóstica valiosa.
En ambos resultados se observó la presencia del parásito de leishmaniosis, por lo que se estableció de inmediato un tratamiento a base de la combinación de fármacos que fue tolerado positivamente por el paciente, y después de un mes, se notó una disminución en las lesiones en la piel. De igual manera, a los 90 días, se realizó nuevamente una prueba con resultados satisfactorios.
Este es un excelente ejemplo de cómo la detección temprana de la enfermedad por parte de los cuidadores, al identificar los síntomas y, por parte de los especialistas, al llevar a cabo las pruebas y análisis necesarios, tiene un papel fundamental.
En estos casos la rapidez en el diagnóstico y de la aplicación del tratamiento podrá evitar que nuestra mascota empeore y sufra consecuencias graves. Asimismo, una vez el paciente haya superado la enfermedad, es importante seguir protegiéndolo con repelentes y fortaleciendo su inmunidad, pues seguirá siendo susceptible de volver a infectarse.